Deja de esforzarte por ser alguien, por ser algo, por ser aceptado, por agradar a todos.

Descansa.

Deja que las cosas fluyan, sin querer tomar el control de todo.

No esperes nada de este momento. Nada distinto de lo que ya este pasando porque así tiene que ser.

Suelta.

Mira con los ojos curiosos y alegres de un niño cada  anuevo día, cada oportunidad que tienes, cada amanecer, cada instante… sin tener que juzgarlo más cómo incorrecto, sin pretender cambiarlo.

Deja que todo fluya así tal y como es sin pretender entenderlo.

Siente tu cuerpo, respira profundo. Abrázate fuerte y siéntete vivo.

Ríndete.

Deja tus dudas, tus inseguridades, tus defectos… son los mismos que los míos.

Estamos todos en el mismo tren, quizá en diferentes vagones, pero en el mismo tren.

Todos en un trayecto que no sabemos dónde empieza ni donde acaba. Ni siquiera sabemos si tiene principio o fin.

Así que disfrutemos de él, estando presentes, porque solo ahora es.

Descansa y fluye en el mayor regalo que es la incertidumbre, el cambio, el dejarse llevar, dejarse ir… hacia donde tengamos que estar.

Aquí, ahora.

No hay nada más.

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